dissabte, 8 de febrer del 2014

Los peligros de la gran ciudad

Mi experiencia como Trailrunner entrenando en una gran ciudad.


Correr por el monte entraña ciertos riesgos y la mayor parte de los que practicamos actividades relacionadas con la montaña los conocemos e intentamos minimizarlos. 

Sin embargo ahora que llevo una temporada aprovechando la hora de la comida para salir a entrenar estoy descubriendo los derivados de entrenar en la Ciudad. Antes de llegar a la fachada litoral donde disfruto corriendo frente al mar debo pagar un peaje de callejear unos quilómetros. 
Más allá de los coches que evidentemente están ahí acechando ante cualquier despiste hay otros menos contundentes pero no por ello menos peligrosos y a tener en consideración. 
El primer peligro se presenta en forma de dos ruedas, y no son las motos, Barcelona cuenta con un servicio de bicing muy utilizado y replicado por otras ciudades supongo que por su buen diseño. Pues bien, como en todo no el 100% de usuarios respetan las normes básicas de convivencia ni controlan y dominan las dos ruedas como para hacer las maniobres y circular como lo hacen. De vez en cuando te ves obligado a esquivar a un “bicingclista” poco avezado o educado que te obliga a poner a prueba los reflejos. 

El segundo riesgo toma forma de “persona pegada a móvil”, ese transeúnte que aislado del mundanal ruido progresa por la acera mirando fijamente la pantalla del smartphone, iphone, tablet, etc... aislado de todo y del que debes intuir la reacción que tendrá al ver cómo te aproximas hacia él, sustos, movimientos inesperados y maniobres de “loco Ivan” como si del submarino Octubre Rojo se tratase te mantienen alerta en todo momento. 

El tercer riesgo como siempre somos nosotros mismos, no respetando señalizaciones, corriendo a un ritmo demasiado rápido para la zona donde nos encontramos, no llevando ropa de visibilidad adecuada para la luz del momento, girando en las esquinas pegados a la pared sin visibilidad, circulando pegados a las fachadas de las casas con riesgo de “comernos” a alguien que sale tranquilamente de su morada, saltándonos semáforos por no parar un minuto y recobrar el aliento, haciendo cambios de dirección bruscos, somos un elemento que se desplaza a velocidad anormalmente incrementada por la acera y eso hemos de tenerlo en cuenta. 

Resumen, al final una sesión de entrenamiento por la ciudad se convierte en un híbrido de running y videojuego de marcianitos donde un personaje ataviado con mallas esquiva una serie de elementos que van cruzándose en su camino. Una experiencia para alguien que prefiere meter sus pies en el barro y que cuando se cruza con otro runner le saluda como si le conociera de toda la vida o que muchas de las veces realmente conoce porque también frecuenta la misma zona de entrenos. 

¡ Buen fin de semana trailrunners ! 

Frans
Urbanita a la fuerza 



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